He vuelto de unas vacaciones. Estar en medio del Atlántico tiene sus cosas buenas, como creer que uno está en los restos de la Atlántida o en la tierra de Neptuno o en el paraíso de los pterodáctilos. Y es así. Esas islas hacen sentir que todo puede terminar en cualquier momento, que el mar se puede levantar y borrar las trazas de arena de un plumazo o que los volcanes pueden desperezarse y fundir toda la vida que hay en ellas o que las ballenas podrían atracar una tarde, todas juntas, en las playas negras. El Atlántico es la zona de los doctorandos. Región cambiante, frágil, solitaria, minúscula, liviana, inestable, nada, puro archipiélago de nervios. Subía a la cima de una montaña, veía cómo el campo se extendía hacia abajo y a lo lejos y una nube densa traspasaba mi cuerpo, y me acometía una temblorina, una asfixia, una sensación de muerte inminente que me daban ganas de arrodillarme y morir antes de que todo lo anterior aconteciera. Ahora que lo recuerdo sonrío ante esa imagen de mi misma. Claro, todo cambia cuando ya estoy instalada en la supuesta seguridad de mi sillón giratorio.
Pero no todo es fragilidad. Hace no mucho tiempo, justo cuando me di cuenta de que faltaba poco para terminar la tesis, encontré la gloria resumida en diez puntos que me hicieron más feliz de lo que era en aquel momento, y los cuales comparto.
Terminar el Doctorado: las diez cosas que debe saber.
Por Kat Arney.
1. ¡Ha escrito un libro!
¿Genial, no? Ya tiene un libro gordo maravilloso en su
estantería con su nombre en el lomo. Puede enseñarlo en las fiestas, llevarlo a
las entrevistas de trabajo y, si ha sido excepcionalmente productivo, hasta
utilizarlo para prensar flores. Una advertencia, sin embargo: le aconsejo que
nunca jamás vuelva a leer su tesis, ya que, pasados unos seis meses, se
transforma en el equivalente científico de sus primeras libretas de la escuela.
Cada errata le salta a la vista y se da cuenta de que su agudísima lógica
nocturna, avivada por la cafeína, tiene casi tanto sentido como una película
danesa de cine de arte y ensayo.
2. Estrenar el título de Doctor
El día
después de la defensa de mi tesis, tuve que llamar a una empresa para pedir
cierta información. Me pidieron mi nombre y, a continuación, llegó la pregunta
inevitable: "¿Señor o señora?". "¡DOCTORA!", chillé. Es una sensación única.
Escribir "Dra." por primera vez en la correspondencia, y cambiar la firma de los
correos electrónicos, también es una excelente fuente de emociones baratas, por
lo menos durante unos días.
3. Cambiar sus tarjetas bancarias lo antes que
humanamente pueda
En una vena semejante, hay algo muy "oficial", y
profundamente satisfactorio, en el acto de poder ver esas dos o tres letritas
delante de su nombre cuando muestra su tarjeta de crédito en el supermercado o
en un restaurante. Un amigo mío, muy confiado, fue al banco y cambió todas sus
tarjetas la mañana después de la defensa de su tesis. Yo fui un poco más
timorata y esperé hasta que se hubieron aceptado mis correcciones. Simplemente
asegúrese de que lo hace, antes o después; de otro modo, no tendrá peso cuando
desee abusar de su posición, tal y como se describe en el siguiente
apartado.
4. Más respeto por parte de los servicios de atención al
cliente
No saben que usted no es un "doctor", en el sentido
tradicional de la palabra (esto es, no es un profesional de la medicina), pero
es alucinante el nivel extra de atención al cliente que se obtiene en algunos
casos cuando se posee el mencionado título. Entre las situaciones favorables en
las que echar mano del "Dr. / Dra." se incluirían todo tipo de negociaciones con
empresas de bienes de consumo, agentes de viajes y hoteles. Curiosamente, mi
pareja, un verdadero doctor de sangre y tripas, nunca viaja bajo su prefijo
profesional. Y ello por si se da la circunstancia de que necesiten genuinamente
de su intervención cuando cruza el Atlántico. Otras situaciones en las que no le
saldría beneficiosa la utilización del título de Doctor incluirían cualquier
tipo de trato o negocio con agentes comerciales, fontaneros, electricistas y
otros profesionales de este estilo. Créame: le cobrarán el doble.
5. La envidia de sus colegas
¡Ahora la
venganza es suya! Mientras que todos sus trajeados colegas se pavoneaban en sus
primeros puestos de trabajo y ganaban muchísimo dinero, usted se arrastraba por
el laboratorio en vaqueros y camiseta, lidiando con los más oscuros secretos de
la naturaleza. Sin embargo, ahora, tres años más tarde, usted puede llamarse
Doctor, mientras que ellos sólo acaban de deshacerse de la etiqueta de "empleado
en prácticas". ¿Tienen envidia? Por supuesto, ¡incluso los que no lo admitan!
Simplemente trate de no pensar demasiado en cuánto más dinero tienen éstos en
comparación con usted, ni en por qué todos viven en confortables apartamentos
mientras que usted sigue compartiendo casa con esa chica rara que nunca friega
los platos y con ese tipo que cubre su ventana con papel de aluminio.
6. Su madre estará encantada
Puede que no
tenga ni la más remota idea de a qué se dedica ("¿Entonces todos los
animales tienen ADN, cariño?") pero estará más que radiante cuando usted por fin
consiga esas dos o tres letritas y coloque ese pesado volumen en su estantería.
Esto es aplicable al resto de su familia, que probablemente también se sienta
ligeramente aliviada ante el cese de traumas, rabietas e historias deprimentes
de experimentos fallidos. También incluímos aquí el gozo del día de la
graduación, cuando tiene la oportunidad de ponerse una toga infestada de
bichitos y de vanagloriarse de un lado a otro con aspecto académico, y así
consigue que sus padres se encarguen de pagar la comida.
7. Puede pasar a ser investigador
posdoctoral...
Un mundo místico de secretos apretones de manos,
suspiros de cansancio y la emoción de un salario "adecuado" le esperan al otro
lado de la defensa de su tesis. El terror asfixiante de "¡Ayuda! Nunca voy a
conseguir mi Doctorado" que siente cada mañana cuando se levanta, es sustituido
por un "¡Ayuda! Nunca lograré escribir un trabajo de investigación a partir de
esto". La otra cosa buena de ser un investigador posdoctoral es que, tras
cambiarse de laboratorio, todos los estudiantes de posgrado nuevos le
consideran, de repente, la piedra filosofal. No necesitan saber que sólo ha
utilizado esa técnica dos veces a lo largo de toda su vida, ni que, de hecho,
sólo le funcionó en una ocasión. Lo malo de cambiarse de laboratorio es que uno
vuelve a sentirse como un estudiante novato. No sabe dónde está nada y todo se
hace de forma diferente a lo que está acostumbrado. Necesita el triple de tiempo
para realizar hasta el más sencillo de los experimentos porque tiene o que pedir
todo el material o extraerlo de los fondos de un armario. Añádale a eso la
perplejidad general que trae consigo el estar trabajando en un proyecto nuevo,
posiblemente en un campo o en un sistema totalmente diferente, y comprobará como
el efecto final puede ser muy desconcertante.
8. ... O puede abandonar el mundo académico, ¡por
fin!
No hay nada que supere ese sentimiento liberador de que ha
terminado algo con éxito y de que, ahora, puede marcharse. El periodo
post-Doctorado es un momento excelente para reflexionar sobre sus puntos fuertes
y realzar su curriculum, y con un Doctorado debajo del brazo verá como se le
abren multitud de oportunidades. Y si solicita empleos en el sector de la
industria científica, la posesión de un Doctorado le conducirá más rápidamente a
una mejor posición con respecto a aquellos que optaron por no pasar por un
periodo de tres o más años en el molino académico. Si la vida científica no es
lo suyo, que sepa que las habilidades y el conocimiento adquiridos en el proceso
de obtención del título de Doctor también le harán un candidato más atractivo en
campos como la consultoría o la edición. De otro modo, si no quiere abandonar la
red de seguridad de la universidad, tiene la opción de matricularse en una
infinidad de cursos... Puede hacer un MBA o reconvertirse profesionalmente hacia
el derecho o hacia la comunicación científica. En Next Wave tenemos artículos
sobre muchas de estas salidas profesionales (véanse las diversas series
monográficas).
9. Dinero, dinero, dinero
Vivimos en un mundo
para ricos, y mi primer salario como investigador posdoctoral me pareció una
pequeña fortuna después de vivir a base de latas de conservas durante mis siete
años como estudiante. La remuneración en los sectores no académicos será,
generalmente, más alta, y a menudo representará una multlipicación por varios
centenares, con respecto a su estipendio estudiantil. La tentación es, por
supuesto, lanzarse a la calle, comprar miles de cosas nuevas y comer salmón
ahumado siete días seguidos. La otra cara de la moneda es la pérdida de los
descuentos para estudiantes y el tener que comenzar a pagar sis préstamos
bancarios (así que aplace las compras todo lo que pueda). Al igual que todo
asalariado, se encontrará con que, finalmente, a usted también le toca pagar
impuestos. ¡Ahora comprendo por qué la gente se queja tanto del gobierno!
10. Nunca tendrá que repetirlo
¡Aaaah! ¡Esto
sí que es la gloria...!
En la actualidad, la tesis de Kat Arney está
siendo utilizada como tope para la puerta.