lunes, 6 de agosto de 2012

Calor, frío, dolor, placer.



Parecerá increíble, pero cuando hay ayuda doméstica en casa, uno se siente poderoso, un mito, capaz de llevar a cabo grandes proyectos como el de la tesis. Sin L no hubiera hecho casi nada, y ahora que L de Rumania ha emigrado a Canadá -porque aquí hay no hay trabajo, ha dicho- me encuentro ahogada en calor y carente de tiempo. Ahora ha llegado M de Marruecos, chica joven, robusta, a la que comienzo a necesitar y con la que inicio una estabilidad que todos estos días me ha hecho falta.

Vuelvo a mis senderos. Retomo el blog casi cuando salgo a vacaciones. Antes de ayer he terminado con calma las conclusiones. ¿Y que concluye uno después de tamaño viaje? Que en el viaje se han encontrado especímenes que no se esperaba encontrar, pero que se intuían, veredas señaladas cuyo tránsito es posible, conceptos al parecer conocidos, trillados o tal vez caducos que no lo son.

Por otra parte, mi mente ha estado a punto de colapsar al verse de pronto sin ese gran proyecto, sin esa gran misión, sin ese gran viaje que fue la tesis. El reto era disfrutar el camino y aprender de memoria muchos conceptos y cosas a los que creí que no les había dedicado tiempo y que por eso los desconocía; todo era cuestión ‘de ponerse’, como dicen por aquí. Ahora veo que los datos concisos sobre obras o autores los tengo arraigados y esparcidos en alguna parte muy profunda de mí. En cambio los conceptos los he entendido y los barajo en mi cabeza ya como parte de mí, pues ya me pertenecen, estoy hecha a ellos.

La vida desde este escritorio, desde esta casa, desde este país, ya es distinta, distinto el aire, la tierra, aquel árbol, yo misma; eso es, tal vez la que ha cambiado soy yo. Mi misión fue permanecer fiel a lo que yo era en el momento de estar sentada en comunión con el silencio y con la tesis, creo que ningún apego me encadenó a la no acción; serví y fui servida. La tesis y yo no nos debemos nada. Si acaso deba yo servirla un poco más de ahora en adelante. O no. Creo que no. Ahora es primordial dejar que se asiente sin miedo a perderla, a perderme.
Leyendo un diario de viaje encontré entre sus páginas unas palabras de aliento para la batalla que se conocen como el Bhagavad-Gita, y que plasma muy bien el sacerdocio que la tesis y que muchas otras empresas en apariencia exigen:


Calor, frío, dolor, placer…
todo brota del contacto sensual, Arjuna.
Empiezan y terminan.
Existen sólo en el momento.
Debes aprender a soportarlos.
El hombre a quien éstos no pueden distraer,
el hombre que se mantiene firme ante el dolor y el placer
es el hombre que logra serenidad.
 
Lo falso siempre es falso,
lo verdadero siempre es verdadero.
Los que conocen la Verdad lo saben.
Y el ser que impregna todas las cosas es imperecedero.
Nada corrompe al ser imperecedero.
 
Afortunados los soldados que se esfuerzan en una guerra
justa, ellos entrarán fácilmente en el Paraíso.

Compara dolor y placer, ganancia y pérdida, 
victoria y derrota.
Y lucha.
De esta forma la culpa no existe.
En esto, no hay desperdicio de un trabajo a medio hacer,
ni resultados contradictorios.
Una pizca de esto elimina un mundo de temor.
En esto, sólo hay auténtica coherencia.
Mientras, los esfuerzos de los confundidos se dividen en
múltiples ramas y se llenan de contradicciones.
 
Tu deber es trabajar, no cosechar los frutos del trabajo…
 
El desear engendra el apego,
del apego nace la codicia,
y de la codicia, la ira.
La ira conduce a la confusión
y la confusión mata el poder de la memoria.
Con la destrucción de la memoria,
tus elecciones son imposibles
y, cuando la elección moral falta, el hombre se destruye.
 
La mente es un mono con los sentidos embotados;
destruye el discernimiento como una tormenta agita
las barcas de un lago.


En fin. Me voy de viaje con la tranquilidad de que el paso final, al menos al que a mi corresponde, está dado. Ya solo falta redactar la presentación de la tesis. Espero que al regreso tenga la memoria despejada y pueda ponerme a ello.