sábado, 14 de abril de 2012

Cóctel

Imagen: The Matcha House Europe


No es tan sencillo. Después de la euforia, toca beber del vaso. El contendio del vaso es la escritura de la tesis. Sí, escribí que todo había concluido, pero los finales tienen sus matices, y uno de ellos son las notas que hay que añadir al todo. Y aquí estoy. A mi derecha, un vaso de cerámica de manufactura japonesa guarda los posos de matcha; es un té verde sin fermentar, molido, que se usaba en los monasterios budistas. Me gusta servir la medida precisa y añadir agua que previamente hiervo en la jarra eléctrica. El matcha es la concentración más alta que se puede adquirir del té verde. Se afirma que es el mejor té verde del mundo. He visto rituales en los que se utiliza una cuchara especial y una escobetilla para hacer espuma. Es un acto en el que se palpa la vida, en el que se profundiza en el momento a través de los movimientos concisos, lentos, meditados. Y no tomaré más té por el momento. No más.
Creí que que todo iba a fluir como nunca, y no.
En este preciso instante se concreta ante mi el vaso que mencionaba al principio. Es un vaso lleno de agua con arena. Lo agito. No dejo de agitar, y lo bebo y termino de varios tragos. Eso es lo que estoy haciendo ahora. Siento la arena atragantada y un sabor salado en la boca.
Hoy sólo he podido leer estudios sobre el folklore, incluyendo el mío que es un pelín breve. Está bien. No lo hice tan mal, solo que faltan datos. Estoy en ello. Prometo no estancarme demasiado.
La noche es larga. Pero me siento acompañada.

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